jueves, 17 de noviembre de 2016

El salón de París. [15]


Soy más bonita que Beatriz.
Eso ya lo había dicho, pero mejor recordarlo.
Beatriz es muuuy grande, pero es muuuy gorda, pobrecita.

Ya estoy cansada de que siempre sea ella la que manda en el juego.
Voy a hacer como Daniela en la novela que ve Berta, mi empleada.
Voy a crear mi propio grupo de amigas y mis propias reglas, sin matar a nadie, claro.

Todos los niños son tontos, se la pasan corriendo detrás de una pelota, menos Oscar.
Lo malo es que Oscar siempre juega con Beatriz, y ella siempre lo pone de chofer privado.
Se vé como un perrito guardián porque es muuuy pequeño, y ella es muuuy alta.

Voy a crear un salón de belleza, en el kiosko cerca a la cancha.
Así mato dos pájaros de un solo tiro. Le quito niñas a Beatriz y me hago cerca del partido.
Me gusta ver a Simón jugando fútbol, es el goleador del curso, aunque es muy picado y suda mucho.

Llamaré el salón de belleza: “La trenza de París”, de París Hilton, claro.
Yo voy a ser como ella, muuuy rica y muuuy hermosa y muuuy famosa.
Mi mamá dice que es una tontaza, que solo tiene plata y la entrepierna caliente. Yo creo que a mi mamá le da envidia de ella porque es rubia natural, tiene piernas largas y es muuuy flaca.

Mariana no entiende qué es la “entrepierna caliente”, y aún así se las pica de ser la novia de Simón. Yo creo que también le gusto, a Simón. Una vez fuimos novios a escondidas de Mariana, durante un recreo, nos subimos al árbol y ella no pudo encontrarnos. Ese día la cancha estaba llena de charcos y por eso Simón no fue a jugar fútbol y yo ni corta ni perezosa me lo llevé para el palo de mango.

Le expliqué a Mariana que París Hilton tiene la “entrepierna caliente” porque sus piernas son muuuy largas, y ella camina muuucho y se recalienta en los desfiles de moda, en las pasarelas y esas cosas, siempre de un evento a otro, por todos sus hoteles alrededor del mundo, luciendo vestidos brillantes y escotados.

En el salón de belleza vamos a empezar con una clase de trenzas.
No invité a Beatriz porque tiene el pelo churrusco y enredado, y además, ella anda con sus escoltas y sus choferes y todo ese cuento jugando al papá y a la mamá, ¡qué pereza!

Jugar a la peluquería es más divertido. Las niñas de otros cursos han venido a jugar también. Lo chévere es que podemos rajar de todo el mundo, como en una peluquería de verdad.

Los niños no saben rajar, por eso juegan fútbol, no saben lo que se pierden. Además ellos son muy torpes, no podrían hacer una trenza. Mi mamá siempre le hace el nudo de la corbata a mi papá cuando se va a trabajar, por algo será. Los hombres son fuertes, pero son torpes.

En clase de manualidades, las niñas siempre hacemos los mejores trabajos, hasta Beatriz.
Los niños siempre ensucian todo, dañan todo, dejan caer las cosas, y la mayoría de las veces no entienden nada. Creo que por eso nos sientan en parejas, para que les expliquemos cómo funciona la vida.

Yo siempre quiero hacerme con Simón pero la profesora siempre me pone con un niño diferente. Simón no es tan torpe como los otros, y tiene unas pestañas más largas que las mías. Voy a tratar de convencerlo de que vaya al “Salón de París” a hacerse un tinte. Ojalá mañana la cancha amanezca llena de charcos.

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