miércoles, 31 de mayo de 2017

Volar [30]


Lo mío son los aviones.
Aviones comerciales, aviones del ejército, helicópteros y cosas de esas.
Bueno, también me gusta el fútbol, pero no tanto como a mi hermano.

Me gusta el fútbol cuando vamos ganando, de lo contrario no me gusta casi.
Me desespera perder, por eso hago hasta lo imposible por ganar.
Mis compañeros dicen que soy muy “faulero” y ventajoso, y que alego demasiado. Siempre estoy alegando, es verdad, y siempre en voz alta, es verdad también, no se puede alegar sin gritar. Es que me van desesperando todos, los de mi equipo y los otros, todos quieren ganar, y yo no quiero perder, así que me toca alegar todo el tiempo y hacer muchas faltas si es necesario.

Pero lo mío son los aviones, bueno, y gritar un poco.
En realidad no me doy cuenta que estoy gritando, quizá es porque en mi casa todos gritamos, quizá es porque en mi país todos gritamos, todo el tiempo. Somos alegres, eso dicen, no sé.

Lo de los aviones es una pasión de verdad.
Cuando sea grande quiero ser piloto, o futbolista, no lo sé. Tengo un juego de simulación de vuelo para jugar en la computadora, ya he logrado aterrizar todos los aviones, incluidos los supersónicos. Juego desde que tengo cuatro años, desde que mi papá me compró el simulador en uno de sus viajes.

Es una lástima que el Concorde ya no vuele más, porque me hubiera gustado pilotarlo, o por lo menos, volar en él. Mi papá dice que si quiero ser piloto tengo que empezar por estudiar bien en el colegio y levantarme temprano. Dice que todos los pilotos madrugan sin dificultad, hacen su rutina, y vuelan, y así debería hacer yo. Levantarme sin gritos, correr a ducharme y a lavarme los dientes, vestirme, organizar mi cama, tomarme la leche, y salir volando, listo para ir al colegio.

Me entretengo mirando una paloma. Se me olvidaba, también tengo que tomarme la medicina. No sé si los pilotos deben tomarse su medicina, supongo que si. Si hay una paloma en la ventana puedo quedarme mirándola por varios minutos, hasta que el grito de la profesora me desconecta. Bueno, me entretengo mirando cualquier cosa que no sea el tablero, me la paso observando los árboles al exterior de la clase. No entiendo por qué hicieron ventanas tan altas, solo se ven las copas de los árboles. Me gustaría poder ver las calles, los carros, los peatones, y no solo las hojas y el cielo.

La medicina debo tomarla una vez por la mañana y otra por la noche, con la leche. Son unas gotas que no tienen sabor. Hoy el Barcelona le ganó al Real, mi hermano está indignado. Vimos el partido tirados en la cama de mamá, el volumen de la televisión al máximo, para sentirnos como en el estadio. En realidad teníamos que hacer las tareas antes de ver el partido. Mi papá nos obliga a tomar la leche dos veces al día, a mi hermano no le importa, es muy inocente. A mí no me gusta perder cuando tengo puesta la camiseta del Real.

Después del partido salimos a jugar a la cancha con todos mis amiguitos del conjunto, bueno, también son amigos de mi hermano. Real vs. Barcelona sobre terreno de asfalto. Cuando regresamos a la casa, sesión de tableta, él con una, yo con otra. Mi papá siempre anda gritando que debemos ir a ducharnos, que ya no juguemos más con el “Ipad”, que hay que empijamarse, preparar la maleta, tomarse la leche. Estoy volando un X-47R, llevo muy poca gasolina, quizá no alcance a llegar al portaaviones.

Debo limpiar la caca del perro y la orina también, no me dejan jugar en paz. Y además no hice la tarea, claro que mi papá no lo sabe, pero en un rato que llegue mi mamá se va a poner furiosa. Debería ir a ducharme, primero limpiar la caca, luego la leche. Voy a jugar un rato más.