jueves, 29 de diciembre de 2016

Bomba nuclear. [26]

ー¿Qué es más poderoso, la bomba atómica o la bomba nuclear? ーpregunta Juan Diego.

ーNo séーresponde el papá. Creo que la nuclear es más destructiva, pero no sé bien cuál es la diferencia entre las dos. (dónde está mi celular para consultar Google)

ー¿Quiénes se salvaron cuando tiraron la bomba en Japón?

ーCreo que solo se salvaron las cucarachas. Son los únicos insectos que sobreviven a la bomba atómica, o por lo menos, eso dicen. (me voy de investigación en Google esta noche)

ー¿Qué pasa si nos tiran una bomba de esas aquí?ー pregunta el niño.

ーMoriríamos todos al instante.

ーY si salimos corriendo muy rápido, ¿crees que nos salvamos?

ーCreo que no seríamos lo suficientemente rápidos como para escapar corriendo. Mira, cuando tiran una bomba atómica, lo hacen por sorpresa, nadie se lo espera. La bomba es lanzada desde un avión que pasa a gran altura, y cuando cae al suelo, la explosión es tan rápida como un parpadeo. Es casi instantánea, todo se destruye de inmediato.

ー¿Crees que Usain Bolt se salvaría?

ーCreo que ni siquiera él se salvaríaー responde el papá.

ー¿Y si la bomba cae en una piscina? ¿Estallaría o qué pasaría? ¿De qué tamaño es la bomba atómica?

ーCreo que si cae en una piscina, igual estallaría, porque las piscinas no son profundas y tocaría el fondo de todas maneras. El tamaño de la bomba no lo conozco, supongo que debe tener el tamaño de un carro o algo así. (esta noche piensa definitivamente investigar en internet)

ー¿Y si cayera en el mar? -pregunta Juan Diego.

ーNo creo que caiga en el mar, ese no es el objetivo. Los militares planean muy bien el punto exacto donde quieren que la bomba caiga, y hacen todos los cálculos necesarios para darle al objetivo, generalmente una ciudad. En el mar no hay nadie, no tiene sentido tirarla allí.

ー¿Pero estallaría de todas formas?

ーSupongo que estallaría, síー responde el papá.

ー¿Y por qué los americanos le tiraron la bomba atómica a los japoneses?

ーPorque los japoneses atacaron Pearl Harbor durante la segunda guerra mundial. Los americanos quisieron vengarse y demostrar su enorme poder de destrucción.

ー¿Por qué los japoneses atacaron a los americanos?

ーPor estúpidos y soberbios. Creo que no sabían muy bien lo que estaban haciendo. Supongo que los atacaron por los intereses propios de la guerra, la verdad no sé muy bien porqué. (Esta noche me espera una larga sesión en Google).

ー¿Cuántas personas murieron cuando atacaron a los americanos?

ーCreo que murieron más de 2.000 personas, casi todos militaresー responde el papá.

ー¿Y cuántas personas murieron en la bomba atómica en Japón?

ーCreo que más de 150.000 personas, casi todos civiles. Cuando lleguemos a la casa miramos esos datos en Google. (Tengo que anotar todo lo que tengo que preguntarle a Google esta noche)

ー¿Quiénes son los civiles, papá?

ーLos civiles son todas las personas que no son militares, los hombres, las mujeres, los niños, los ancianos.

ー¿Y por qué mataron a los niños, papá?

(El padre, un poco desesperado, le contesta:)

ーNo sé hijo, la verdad es que no lo sé. Esta noche consulto en Google y te doy la respuesta mañana. ¿vale?




Repasemos juntos los datos encontrados en Google:

“diferencia entre bomba atómica y bomba nuclear”
Respuesta: Las bombas de fisión ó bomba atómica, como su nombre indica, trabaja dividiendo átomos radiactivos inestables, los cuales desencadenan una reacción nuclear en cadena que libera enormes cantidades de energía destructiva instantáneamente. Como fue el caso de "Little Boy", la bomba los E.U.A. lanzada sobre Hiroshima.

“las cucarachas sobreviven la bomba”
Respuesta: En primer lugar, maticemos: si se produce una explosión nuclear, las cucarachas no sobrevivirán si andan cerca. Por ejemplo, la bomba de 15 kilotones que explotó en Hiroshima desencadenó una tormenta de fuego de 982 ºC que lo incineró todo en un radio de 1,9 km. Lo que haría la cucaracha es sobrevivir a la subsiguiente lluvia radioactiva.
Y es que la cucaracha común puede soportar nada menos que 6.400 rads (la medida estándar de la radiación ionizante). En comparación, la dosis letal para un ser humano es tan solo de 500 rads.
La razón de esta resistencia a la radioactividad es solo una hipótesis. En su período larvario, las cucarachas experimentan una muda semanal durante la cual sus células se subdividen a la mitad de la frecuencia habitual. Ya adultas, se subdividen todavía menos. La radiación causa la mayoría de las mutaciones en el ADN replicante, es decir, es más frecuente en las células que se están subdividiendo. Esta lentitud protege a las cucarachas de la mutación. Tomado de: https://www.xatakaciencia.com/biologia/por-que-las-cucarachas-podrian-sobrevivir-a-un-holocausto-nuclear

Si como yo, usted no entendió nada tampoco, busque en Google.
“tamaño de la bomba atómica”
Respuesta: es más o menos lo que les dije, el tamaño de un carro. Pero la respuesta es más amplia que eso, la pueden encontrar en la maravillosa wikipedia:

“Ataque a Pearl Harbor”
Respuesta en wikipedia, muy interesante repasar la historia:

“Cuántos hombres murieron en ataque a Pearl Harbor”
Respuesta: 3.403 hombres, una buena página para consultar:
“Cuántas personas murieron en Hiroshima y Nagasaki”
Respuesta: 246.000 personas, muy interesante repasar los datos en:

Ahí les dejo la tarea, buenas noches.



lunes, 19 de diciembre de 2016

Hacer el amor. [25]


Mónica, la mamá
Querido diario íntimo, hace tiempo no acaricio tus páginas con mis palabras, he estado muy ocupada. Tengo que desahogar mis pensamientos en tus hojas blancas, no quiero volver a caer en el alcohol. Es domingo, se acaba de ir Luis Fernando, tuvimos una noche de amores maravillosa. ¡La cama quedó destrozada y las sábanas bien saladas! Eso sí, ¡llena de pelos! ¿Cómo pedirle que se rasure un poco? Que se afeite esos sobacos y que se motile esa melena, para nada sexy. ¿Acaso no se da cuenta que la espalda peluda espanta a cualquier mujer? Dios mío dame fuerzas. Buscando sábanas limpias, encontré el diario de mi hija y no pude resistir la tentación de leer algunas páginas.


Maya, la hija
Querido diario, anoche pillé a mi mamá haciendo el amor con el baboso de LF. No sé qué le vé mi mamá a ese tipo, tiene más gracia una partida de ajedrez por radio. El man es bajito, de escaso pelo, y como si fuera poco, tiene los dientes en recreo. Anoche llegó a la casa muy temprano para cenar con nosotras y me trajo un regalo, “El diario de Greg”, se ve interesante, ya empecé a leerlo. Es un lambón. Yo me fui a dormir y ellos se quedaron en la sala escuchando música. Creyeron que estaba dormida, pero me levanté al baño a medianoche y ví que mi mamá tenía la mano entre la cremallera de su pantalón. Se estaban besando.


Mónica, la mamá
No me siento bien leyendo el diario de mi propia hija, pero es más fuerte la curiosidad. Ojalá ella nunca te encuentre porque le daría un paro cardíaco. Al principio habla mucho de sus amigas del colegio y cosas de esas, por la mitad empieza a hablar de su amor “plutónico”, como dice ella, y no tuve tiempo de seguir leyendo. Luis Fernando se fue a su casa a darse un baño y cambiarse la ropa. Nos va a llevar a almorzar, vamos a ir a Dapa. A Maya le gusta ir allá porque hay un restaurante con un columpio de vuelo, y se puede pasar la tarde entera jugando y nos deja un poco tranquilos. Creo que a ella no le agrada Luis Fernando. Es posible que sienta que le está quitando su espacio. Todo ha sido muy rápido desde la separación.


Maya, la hija
Ellos no me vieron pasar, menos mal. Cuando salí del baño, ella estaba agachada. Quise acercarme por curiosidad pero pensé que era mejor no molestarlos, mi mamá se pone histérica cuando la interrumpo en la sala con sus amigos sabiendo que debo estar acostada. “Calladita te ves más bonita”, dice mi abuela. Me hubiera pegado varias veces con la chancla y no me gusta cuando hace eso. Así que me fui a la cama pero no pude dormir. Al cabo de un rato, escuché que le subieron el volumen a la música y se metieron al cuarto. No entiendo por qué tienen que encerrarse en el cuarto para hacer el amor, si pueden besarse toda la noche en la sala.


Mónica, la mamá
Es cierto que Luis Fernando no es un tipo buen mozo, en eso estoy de acuerdo con Maya. Pero tiene una larga justificación y me hace reír mucho, y con eso basta por ahora. No me siento capaz de meter al corazón en todo esto, prefiero que sea así, superficial, por ahora. No quiero caer en el mismo error de la vez pasada, con Carlos Alberto. Mucho cretino. Y más bruta yo por caer en su trampa. Pobre Maya, ella fue la que más sufrió de no volver a verlo, lo quería mucho. Quizá por eso no me ha perdonado y no quiere verme con Luis Fernando. De todas maneras esto es algo superficial, no pasará a ligas mayores. Por ahora, es tiempo de pasarla chévere, no preocuparse. Estuvimos toda la tarde en Dapa y la pasamos muy bien, sobre todo Maya. Se encontró con amiguitas del colegio y no pararon de jugar. Luis Fernando al principio me habló de su trabajo y luego quiso hablarme de su última relación pero lo detuve. Así que empezó a hablar de su mamá y de su hermano, que es ricachón. Bastante aburridos los temas por cierto. Fuera de la cama, creo que no hay mucho por conversar, y eso es un problema.


Maya, la hija
Le pregunté a Kathy si sus papás también se besaban toda la noche en la sala y me dijo que no, que solo se dan besitos en los labios, nunca se besan como en las novelas. Kathy seguramente sabe cómo hacen el amor sus papás, pero no me quiere contar. Solo me dijo que a veces escuchaba a su mamá hacer unos gemidos extraños, pero su papá le explicó que la mamá habla dormida y que es medio sonámbula. No entiendo. Si hacer el amor es besarse durante mucho tiempo, ¿por qué todos hablan de ruidos extraños, gemidos y todo eso? El hermano grande de Kathy sí debe saber eso de “hacer el amor”, pero cuando le pregunté sólo me dijo que una vez se fue a dormir a la casa de los Holguín, y que oyó a la mamá gritando por la noche, como si el papá le estuviera pegando. Tampoco entiendo. ¿Por qué gritan si el amor es felicidad? ¿Por qué no hacen el amor en la sala o en la cocina, como se ve en las novelas? ¿Por qué se tienen que encerrar como si estuvieran haciendo algo malo? ¿Por qué hacerlo a escondidas? Mañana le pregunto a mi mamá y si no me dice, le pregunto a mi papá.



Terapia. [24]


Kathy
Bueno niñas, hoy vamos a jugar a la terapia. Nos sentamos todas en el piso, con las piernas cruzadas, rodilla con rodilla, formando un círculo. Vamos a decir por turnos nuestros nombres y lo que más nos guste de la mamá y el papá de cada uno, y terminamos por decir lo que más nos molesta. Cuando hayamos escuchado a todas las integrantes, decidiremos por votación cuál es el caso que vamos a tratar en la terapia.

Kathy, otra vez
Como veo que varias de ustedes se sienten un poco perdidas, les voy a explicar de qué se trata todo esto. Una terapia es una reunión en grupo de varias personas donde hablan de problemas importantes y de cómo deben hacer para superarlos. Mis padres lo hacen cada quince días. A veces en mi casa, a veces en la casa de sus amigos de terapia. Ponen botellas de alcohol y pasabocas, y se acuestan casi al amanecer.

Kathy, por tercera vez
Yo a veces me escondo y escucho las cosas que hablan. No entiendo todo pero la base son “los problemas” en el hogar. No problemas de tipo “se fundió un bombillo y toca cambiarlo”, o “se acabó la leche y toca ir a comprar”, no. Problemas de pareja y todo eso. Les voy a dar un ejemplo. Cada vez que mi mamá se pone tacones, mi papá hace mala cara, y cada vez que mi papá se pone tenis blancos, mi mamá también hace mala cara. En la terapia de ese fin de semana, hablaron de machismo, intolerancia, respeto, aceptación y muchas más cosas super importantes.

Kathy, sigue
¿Van entendiendo niñas? ¿No es claro este ejemplo? Bueno, empecemos a jugar y vamos aprendiendo de qué se trata. Primero voy a contarles lo que me gusta de mis papás y termino con lo que no me gusta. Lo que más me gusta de mi papá es que me deja jugar mucho tiempo con la tablet, y lo que no me gusta es que siempre pone noticias en la radio del carro. Lo que más me gusta de mi mamá es que me hace pancakes los fines de semana, y lo que no me gusta es que no me deja jugar casi con la tablet. Dale Mariana.

Mariana
Mi papá murió cuando tenía tres años, no me acuerdo casi de nada. Pero puedo hablar de mi padrastro, que es mi papá de ahora. Lo que más me gusta es que siempre juega conmigo cuando está en la casa, lo que menos me gusta es que me sirve muchas verduras cuando hace la comida. Lo que más me gusta de mi mamá es que me deja hacer dibujos en las paredes de la casa, bueno, no en todas, en la de mi cuarto y la biblioteca. Lo que no me gusta es que me obliga a comer las verduras que hace mi papá y no le echa azúcar al jugo.

Paula Andrea
Yo vivo sola con mi mamá, no tengo papá ni padrastro, pero tengo una tía que es como si fuera mi segunda mamá. Lo que más me gusta de mi mamá es que me deja jugar con mis amigas del edificio hasta muy tarde los fines de semana. Lo que menos me gusta es que me obliga a tender la cama y arreglar mi cuarto todos los días por la mañana. Lo que más me gusta de mi tía es que siempre me trae un regalo. Lo que menos me gusta es que siempre pelea con mi mamá y a veces no viene en varios días.  

Camila
Lo que más me gusta de mi papá es que me lleva todos los fines de semana a lugares diferentes para jugar o comprar cosas. Lo que odio es que siempre anda con su novia que es una interesada porque mi papá tiene mucha plata. Lo que más me gusta de mi mamá es que me hace vestidos y disfraces en su máquina de coser, y lo que me molesta es que casi nunca me compra muñecas nuevas porque dice que no le alcanza.

Kathy interrumpe
Muy bien, vamos muy bien en la terapia. Ya te voy a explicar a dónde queremos llegar con todo esto, no te preocupes Mariana. Pero primero hagamos de cuenta que esto es una bebida alcohólica y tomemos un trago para aflojar las tensiones. Porque eso es lo que hacen mis papás y sus amigos en la terapia, toman trago para “soltar” las penas. Mariana, si no quieres jugar no pasa nada, es solo agua. Faltan Soraya y Elizabeth por hablar. Hablen rápido que se nos acaba el recreo, ya va a sonar el timbre. ¡Salud!

(Suena el timbre del recreo)

Kathy
Bien niñas. Seguiremos la terapia en el segundo recreo con Soraya y Elizabeth y después les explico para qué hacemos todo esto y hacia dónde vamos. Hagan por favor una lista con las cosas que dijeron de sus papás y las revisamos ahora. Y recuerden, muy importante: no hablar de esta terapia con nadie, ni con los niños, ni con los profesores y mucho menos con la gordita Beatriz, ya vendrá nuestra oportunidad para hacerla quedar en ridículo. Ya les contaré.


domingo, 11 de diciembre de 2016

Plutónico. [23]


Plutónico. [23]

Martina-
Había una vez un niño muy lindo en el colegio, y había una vez una niña que se enamoró de él sin saber. Tenía el nombre más lindo de todos los niños y era un nombre que yo jamás había escuchado antes. Ese año había llegado entre los alumnos nuevos al colegio, y le tocó en mi curso. Se llamaba Elías, hermoso ¿no? Tenía nueve años, el pelo claro y liso, y la piel muy blanca y con pecas. Se la pasaba siempre solo, en su mundo, era muy tímido. Ese niño era mi amor plutónico, aunque yo, de ocho años,  no sabía lo que era un amor de esos. En el curso la profesora lo sentó en la última fila, en un pupitre para él solo (las mesas son de dos puestos), pero yo podía verlo sin mucho esfuerzo porque también estaba en la última fila, en la mesa de enseguida. A mi derecha, la gordita Beatriz, mi compañera de pupitre, la mayor barrera visual entre Elías y yo. Era muy grande y muy gorda y siempre ocupaba más de la mitad de la mesa y de la banca, aunque con su voz chillona, su pelo quieto y sus dientes salidos, ocupaba todo el salón.

Rafael-
Yo lo único que quería era jugar fútbol, día y noche. Si no estaba jugando fútbol estaba hablando de algún partido, y si no, estaba jugando en la tableta o en la tele algún videojuego. A mis nueve años ya había sido cuatro veces campeón mundial de clubes y cinco veces con la selección que yo mismo había creado con jugadores de diferentes equipos. Era invencible en los videojuegos, y en la cancha real, era un goleador poderoso. Me decían “Rafigol” en vez de Rafael, y a mí me gustaba. Mi ídolo era el mejor jugador del mundo, Cristiano. Todos mis goles los celebraba como él. Tenía la camiseta del club donde jugaba actualmente y tenía todas las camisetas oficiales de los clubes en donde había jugado. El problema era que todos mis amigos también querían ser como yo, mejor dicho, querían ser como Cristiano.

Martina-
Cuando Elías se ausentaba, me enfermaba. Como si no fuera suficiente tenerlo al lado en la clase, durante el recreo, trataba siempre de ubicarlo y verlo de lejos, discretamente. Cuando alguien me decía que estaba jugando con otras niñas, me temblaban las piernas.. Empezaba a sentir un mareo ligero que poco a poco iba aumentando, y la palidez empezaba a apoderarse de mi piel. Yo trataba de hacerme la loca, como si nada hubiera pasado. Como si pudiera soportar un recreo completo sufriendo su ausencia. Mis amigas me compartían su comida para que retomara alientos, aunque en realidad ninguna imaginaba lo que sentía por dentro. ¿Cómo explicarles que sentía un agujero en el estómago tan grande que podía pasar la Vía Láctea completa sin siquiera tocar los bordes? ¿Cómo explicarles que mi razón de respirar tenía nombre propio? ¿Acaso alguien se daba cuenta o entendía siquiera que el amor era el combustible de mi humanidad?

Rafael-
Un día, el gordito Durán no vino al colegio y quedamos sin un defensa para disputar la final de la Champions League de cuarto de primaria. Le pedí a Elías, que se la pasaba solo como un champiñón caminando por cualquier parte, que fuera nuestro defensa central en reemplazo de Durán, que nos salvara la vida, y aceptó. Le expliqué que no tenía que hacer nada más que quedarse quieto como una estatua en el punto penal, y esperar a que el equipo contrario estuviera en el área, y hacer estorbo, mucho estorbo, eso era todo. Elías resultó siendo mejor defensa que el gordito Durán, que corría detrás de la pelota como un pastor alemán. Otra cosa buena de haber traído a Elías a nuestro equipo era que teníamos a las amigas de Martina de espectadoras. Yo quería que Kathy me viera jugar. Me gusta Kathy, no sé porqué, pero es la única niña del colegio que me gusta. Quizá porque viene de Bogotá y habla diferente a todas las caleñas, quizá porque tiene el pelo largo. Yo creo que es su manera de ser, parece una niña mucho más grande que todas las demás. Me dí cuenta que la operación era la siguiente: Kathy anda con Martina y las otras niñas, Martina anda siempre cerca de Elías, Martina está enamorada de Elías, Elías anda como un champiñón, y yo quiero que Kathy me vea jugar. Fácil, de ahora en adelante Elías juega en mi equipo, ya lo decidí.

Martina-

Creo que a Kathy le gusta Rafael. Desde que invitó a Elías a jugar fútbol en reemplazo del gordito Durán, la veo feliz haciendo barra por su equipo. Él siempre la mira cuando hace gol y ella siempre le sonríe. El que nunca me mira es Elías, bueno, hay que decir que nunca hace gol, a duras penas se mueve alrededor del punto penal. Es duro tener un amor plutónico. Vivir en un eclipse de sol constante, sin que sus ojos se den cuenta que para mí, su sonrisa es como el astro que ilumina mis días en el colegio. Y en eso se convirtieron todos nuestros recreos, en ir a la cancha a verlos jugar, hasta que de repente Elías se ausentó una semana entera, no sé porqué, y el sol no volvió a salir en mi vida. Dejé de comer, dejé de hacer tareas, dejé de ir a la cancha de fútbol, dejé de ver televisión, dejé de peinarme, dejé todo tirado durante esa semana. Cuando sentí que había tocado fondo y que esa pena no iba a llevarme a ninguna parte, decidí cambiar de amor plutónico, y empecé a interesarme por Rafael.

Domingo podrido [22]


Querido diario, otro domingo lluvioso en casa de mi papá.
El cielo está oscuro, hace frío, y ya estoy cansada de ver televisión.
Mi papá se fue a correr al parque El Virrey, como todos los domingos por la mañana.
Me dejó con su nueva novia, Claudia. Debe estar en el baño encerrada, se la pasa ahí metida, untándose cremas y haciéndose cosas. Quizá empacándose en la faja.


Mi mamá dice que es una gordita salamera, que lo importante es que me trate bien. Mi papá seguro está en el parque luciendo sus audífonos inalámbricos Bosé. Creo que sale a correr solo por eso. Mi papá también es gordito, no muy gordo, pero sí un poco fofo. Tiene sus llantas en la panza bien marcadas, y se deja la barba para disimular los cachetes. Cuando estaba con mi mamá no era tan gordito, y no tenía barba, se veía más joven.


Mi papá da dos vueltas al parque corriendo, a su ritmo, y luego sigue caminando. Camina más tiempo del que corre y luego se sienta en el famoso café de la esquina donde se encuentra siempre con unos amigos a tomar café. Los amigos también son gorditos como él, y todos llevan audífonos Bosé, no pueden hacer ejercicio sin ellos puestos. En el café se sientan horas a ver pasar las chicas que hacen deporte de verdad y se visten con licras muy femeninas, y hablan de la situación del país.


Todo esto lo sé porque mi mamá me lo ha contado; ella solía hacer ejercicio con él cuando todavía estaban casados. Desde que se divorciaron mi mamá se compró unas máquinas de gimnasio para la casa y se mantiene en forma. Es una chica “fitness”, se levanta en la madrugada, mucho antes de despertarme para ir al colegio. Hace unos ejercicios rarísimos con unas cuerdas y unos cauchos, y tiene hasta un “brinca-brinca” pequeño, donde me deja saltar hasta que me canso solita.


Mi papá regresa antes de mediodía con más calorías en la panza de las que quemó con el ejercicio, se toma no sé cuántos capuccinos con Amaretto. A esa hora ya estamos listas Claudia y yo para salir a almorzar. Generalmente vamos a algún restaurante a las afueras de la ciudad. A Claudia le gusta la fritanga brava, el bofe, el chunchullo, el chicharrón peludo, la morcilla jugosa, así que iremos a darle gusto hoy. Menos mal lleva puesta la faja.


Al regreso, seguramente iremos al Andino, el centro comercial preferido de ella, y mientras me dejan en los juegos infantiles, harán el recorrido habitual por los almacenes con sus marcas preferidas. Imagino a mi papá detrás de ella como un perrito faldero, bostezando mientras ensaya vestidos apretados y carteras de cuadritos café, y sacando la tarjeta de crédito cada vez que algo le gusta. El amor es costoso.

Pero hoy es un domingo diferente. En la radio del carro, mientras aguantamos el trancón de la autopista norte para salir de la ciudad, han dado una noticia pavorosa. Una niña de mi edad acaba de ser encontrada muerta en el apartamento de un arquitecto. Mi papá dice que el barrio es contiguo al nuestro.

A la niña la encontraron muerta debajo de un jacuzzi, con signos de abuso sexual y al parecer estrangulada. Mientras nosotros estamos de paseo como cualquier domingo, para esta niña éste domingo es su peor pesadilla; secuestrada, violada y asfixiada. No entiendo cómo el señor no se consigue a una mujer como Claudia para eso.

sábado, 3 de diciembre de 2016

El incendio. [21]


Se llevó las llaves y lo dejó encerrado, se jugó el todo por el todo.
Esperó hasta que fuera la hora adecuada, a eso de las 10:30 de la noche.
Lo dejó en compañía de buena música y su vaso lleno de ron con Coca-Cola.
Sabía que después de eso se iría a la cama, agotado, al fin y al cabo era viernes.

Esta fue la historia que me contó mi papá el día que nos fuimos a Orlando.
Es una de esas historias que no se olvidan; y estaba muy orgulloso de contarme sus travesuras de adolescente, le brillaban los ojos al hablar. No sé muy bien porqué me la contó en ese momento, quizá porque le tiene miedo al avión y ya tenía dos tragos entre pecho y espalda. Esta es la historia:

Cuando tenía quince años, se escapó en la camioneta del abuelo con su mejor amigo.
Su papá, es decir mi abuelo, era un señor, por aquella época, muy autoritario y amargado. Pocas veces se le veía sonreír y coleccionaba novias, una por mes. Vivía sólo, con la empleada, quien se iba los viernes por la tarde y regresaba el lunes. Así que los fines de semana se quedaba solo.

Mi abuela vivía en el mismo barrio; consiguió una casa cerca después del divorcio para que mi papá pudiera ir a visitar a su papá caminando, las veces que quisiera. Y mi papá, claro, se la pasaba en la unidad donde vivía el abuelo, buscando novias y travesuras. Así que los porteros de la residencia lo conocían bien y lo dejaban entrar y salir a voluntad. Esa noche, su amigo Gabriel había llegado por la tarde, como todos los viernes, con los yines “botatubo”, las botas Reebok, la camisa de chalis y el copete parado, listo para la batalla.

El abuelo no podía ver a Gabriel ni en pintura, decía que era un interesado. El disco que estaba sonando en el equipo terminó y mi papá le puso uno de Michael Jackson; sabía que lo escucharía tomándose su ron hasta quedarse dormido. Se despidió como si nada y cogió las llaves que colgaban en la cocina.

Empujaron la camioneta fuera del estacionamiento para que el ruido del motor no los delatara, se subieron y arrancaron. Salir de la unidad fue fácil, con las luces altas, ningún portero los iba a identificar y les abrieron la puerta como a cualquier vehículo. Era una Toyota con estacas de madera, verde oscura, con un motor potente y bastante ruidoso. En cuanto llegaron a la esquina, mi papá le “metió la chancleta” y salieron despavoridos por la avenida con el radio a todo volumen y las ventanas completamente abiertas.

Había que ir por las chicas e impresionarlas, hacerles creer que “papá me presta el carro”, y había que hacerlo rápido porque vivían al otro extremo de la ciudad. Invitarlas a tomar algo a la zona rosa y regresar antes de medianoche como la cenicienta. Se subieron a la camioneta sin hacerse rogar, gasolineras que son a esa edad, me decía mi papá.                                  

Gabriel era la clase de amigo que siempre tomaba la delantera con las mujeres, y al llevarlas de regreso, los cuatro sentados en la única silla de la camioneta, mi papá no soportó que Gabriel se fuera “chupando trompa”  durante todo el camino.
Para arruinarle el momento, pasó sin frenar por dos policías acostados y la camioneta saltó por los aires como en la publicidad. Todos gritaron, no porque Gabriel se hubiera mordido los labios con la amiga, sino porque se pegaron contra el techo antes de darse cuenta que salían llamas del motor.

Se bajaron a toda prisa, abrieron el capó e intentaron apagar el incendio. Por suerte un taxista paró con el llamado de las niñas y pudo ayudarlos a identificar la causa del humo. La batería se había desprendido con los sobresaltos y al caer había hecho un corto. El motor volvió a prender, reacomodaron la batería con la misma piola que tenía, le dieron una propina al taxista y se fueron a dejar a las chicas a la casa.

Regresaron a baja velocidad para que no volviera a ocurrir, evitando todos los huecos y manejando con cuidado. Al día siguiente se iban de paseo mi papá y mi abuelo. Se montaron a la camioneta, como si nada hubiera pasado, y al pasar el primer policía acostado, se escuchó un ruido fuerte en el motor, como si algo hubiera caído.

El abuelo se bajó a revisar y dijo que se le había olvidado por completo que la batería se había soltado regresando del trabajo y que le había tocado amarrarla de cualquier manera con una pita. Acomodó todo, se subió a la camioneta y se fueron. Nunca se enteró de nada.

miércoles, 30 de noviembre de 2016

María Planetario: [20]


Querido diario, hoy es un día triste.
Me llamo María José, cumplí 8 años hace unos días.
No sé si estar triste por la muerte de Fidel Castro o por el avión que cayó con todos los jugadores de Brasil. Me parece que ese señor barbudo era bastante viejo para ser el director técnico de un equipo de fútbol.


Me gusta llamarme María José porque mi mamá me puso ese nombre, aunque la mayoría de mis amiguitos me dice “Majo”. Majo suena a “magia”, me gusta. Me gusta también la vista que tengo desde mi cuarto.


Vivimos en el piso 35 de las torres de la plaza de toros, puedo verla aquí abajo, y cuando está muy despejado, puedo ver el nevado del Tolima y el nevado del Ruíz. Siempre he querido ver mi colegio pero no alcanzo, ni siquiera con los binoculares de mi padrastro.


En mi casa vive Tatiana, mi hermana grande, Josefina, mi hermana media, mi padrastro, mi mamá, la empleada, mis peluches, y yo. Tatiana ya está en la universidad y se la pasa con su novio. Están estudiando dos carreras al mismo tiempo y no les queda casi tiempo para estudiar ni la una ni la otra porque se la pasan en la casa acostados en el sofá viendo series en Netflix. Cuando nos vamos de paseo los fines de semana, Tatiana nunca nos acompaña, prefiere quedarse con el baboso del novio a salar la casa, eso dice mi mamá. No me imagino a mi hermana con el salero en la mano pasándolo por todos los muebles de la casa.


Josefina es mi hermana media, estudia en otro colegio, en el centro. Mi colegio es en Chía, a 35 km de aquí. El colegio de Josefina es a pocas cuadras del edificio, se puede ir caminando. Mi padrastro, aunque yo lo llamo papá, también puede irse caminando al trabajo. Casi todos los días se va junto con Josefina, salen muy temprano, como a las seis y media. Mi padrastro no es el papá de Josefina, ni tampoco de Tatiana. Mi papá de verdad viene por mí cada quince días, y en vacaciones largas estoy casi todo el tiempo con él.


Mi colegio queda muy lejos de mi casa pero a mí no me importa, me encanta subirme al bus de la ruta, jugar con mis amigas, conversar, mirar por la ventana, criticar a la gente, ver los animales, los árboles, las montañas. No tengo tiempo de aburrirme ni de dormir, como la mayoría de niños que van en la ruta. Todos se echan a dormir cuando se suben, y se despiertan en el colegio. No entiendo por qué los niños son tan dormilones, las niñas no. Con las niñas todo es más divertido, los niños no saben hacer trenzas ni hacer dibujos con brillantinas, solo piensan en jugar fútbol.


En promedio, el tiempo de la ruta desde mi casa hasta el colegio es de una hora y media por la mañana y dos horas por la tarde. Por eso tengo que levantarme a las cuatro y media de la mañana para estar lista una hora después cuando pasa la buseta. Soy la primera estudiante que recoge la ruta y también la última que deja por las tardes. Me gusta ser la primera porque me puedo sentar donde yo quiera, claro que casi siempre escojo la misma silla, contra la ventana.


Si acaso el ascensor amanece dañado, me toca bajar las escaleras corriendo con mi mamá. Bajar 35 pisos no es tan agotador como subirlos, pero igual me mareo, y la buseta tiene que esperarme los diez minutos que nos demoramos bajando como locas, más otros cinco minutos mientras se me pasa el mareo, no voy a vomitar en la ruta como pasó la primera vez.


Entre las torres de mi casa y la plaza de toros, queda el Planetario Distrital. Es el mejor sitio del mundo. Tiene una esfera geodésica para ver películas del espacio en 3D, un museo, una biblioteca, un restaurante y sobre todo, un almacén de artículos intergalácticos, libros, muñecos, ropa, juegos y telescopios. Quisiera quedarme a vivir allí.


Mañana tenemos una salida con el colegio, vamos a ir al Planetario. Mi mamá me sugirió que me quedara en casa. Dijo que Crislaidy, la empleada del servicio, podía llevarme caminando y así podía evitar la ida hasta el colegio. No me convenció. Prefiero estar con mis amigas, irme en la ruta, llegar al colegio, regresar al Planetario, volver al colegio por la tarde, y regresar de nuevo a casa.  En el Planetario no estuvimos más de dos horas, y en la ruta, como era viernes, estuve casi seis.