lunes, 7 de noviembre de 2016

El poder de la chancla. [8]


Querido diario.
Hoy es un día triste.
Es viernes y no puedo salir con mis amigos, estoy castigado.

Veo desde mi ventana a todos mis amigos y amigas jugando allá abajo. Los viernes es el día más divertido para estar afuera. Hacemos toda clase de competencias de atletismo, de obstáculos, hacemos parcours, montamos en bicicleta sin parar, hacemos comitivas en los árboles, jugamos escondidas, y espiamos a los más grandes que tienen novias para ver cómo se besan.

Hoy saqué las notas que me entregaron la semana pasada. No se las entregué a mi papá porque era puente el fin de semana anterior y no quería perderme tres días de salida. En cambio este fin de semana nos vamos a la finca y no voy a poder estar cerca de Carolina.

Mi papá se puso muy bravo al ver que voy perdiendo cinco materias en el colegio. Pero lo que más lo puso mal, fue que le entregara las notas una semana después. Me dice que además de irresponsable, soy mentiroso. Me mandó al cuarto, nada de televisión, nada de tablet, nada de Playstation, nada de celular, nada de nada.

Cuando llegó mi mamá nos sentamos a la mesa a cenar. Habían hablado entre ellos de cuál sería mi castigo. Mañana nos vamos para la finca y te quedarás allí toda la semana trabajando con Roberto, dijo mi mamá.

Me pareció un castigo extraño, por lo menos no tendría que ir al colegio. Lo malo era que no podría usar ni el celular, ni la tablet, ni el computador, ni ver televisión, ni nada que tuviera una pantalla. En cambio tendría que ayudar a Roberto en todos los oficios de la finca. Recoger las hojas, recoger las frutas, bañar los perros, barrer la casa, trapear, arreglar el jardín, cortar el pasto, cuidar las plantas, limpiar los establos, recoger la caca, etc.

El miércoles mi mamá subió a verme, se tomó la tarde libre en el trabajo. Le conté que la esposa de Roberto le había tirado la chancla al pequeño Samuelito por desobediente, y que luego le había dado varios chancletazos con los calzoncillos abajo. Me dio pesar de Samuelito, es un niño travieso pero valiente. Lloró intensamente, pero se repuso rápido.

Le dije a mi madre que ya estaba aburrido de estar en la finca trabajando, que prefería ir al colegio. Me dijo que iba a cumplir el castigo completo para que me diera cuenta por mí mismo que es más importante y más interesante estar en el colegio que pasarse los días sin aprender nada. Sacó unas fotocopias con las lecciones de todas las materias del cuaderno de Ximena, mi amiga, para que no me atrasara tanto. Me gasté el resto de las noches transcribiendo todo a mis cuadernos.

Cuando llegó el sábado, mis papás subieron más temprano que de costumbre y les abrí el portón muy orgulloso, estaba ansioso por mostrarles mi trabajo en la finca. Mi papá estaba de muy buen humor, se veía feliz y orgulloso de mí. Ensillamos los caballos y salimos a dar un paseo los cuatro, mi hermanita junto a mi mamá, todavía está muy pequeña para montar sola.

Por la noche antes de dormir, mi mamá se acercó a mi cama y me pidió que reflexionara en varias cosas, dijo: quiero que pienses en lo que ha pasado esta semana, en tu ausencia al colegio, en el trabajo en la finca, en la forma como la señora le pega a Samuelito.

Piensa que tu abuelo golpeaba a tu papá con una fusta y a veces le pegaba patadas. Tu papá ni siquiera te levantó la mano cuando le entregaste las notas, como harían muchos padres. El no quiere perpetrar la violencia, no quiere repetir el comportamiento de sus padres contigo ni con tu hermana.

Quizá ahora no lo entiendas muy bien, pero piénsalo. Piensa en tus mentiras, y a dónde llegas con ellas. Piensa en la importancia de ir al colegio. Hizo una pausa, sus ojos se humedecían. Miró por la ventana y siguió diciendo: Piensa en respetar a tus padres, que tanto te quieren y se esfuerzan para que tengas siempre lo mejor.

Piensa en tí, en quién eres, en quién quieres ser, piensa en dar lo mejor de tí cada día, darle la mejor versión de tu personalidad a la gente que te rodea. Piensa en lo grande que es aprender, en la importancia de respetar, piensa en crecer en tu interior, en ser un mejor hombre, íntegro. Proyecta la firmeza de un líder en tus ojos, no mientas, afronta la verdad, es más valiente y mucho más inteligente.

Abracé a mi madre tan fuerte como pude. Tenía los ojos en lágrimas, tanto ella como yo. La solté y fui a buscar a mi papá frente a la chimenea. Lo abracé sin decirle nada, y él me apretó entre sus brazos por un rato largo, y me fui a dormir.

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