domingo, 3 de septiembre de 2017

Rápido y furioso [34]


Hola.
Lo prometido es deuda y yo cumplo.
Voy a contarles el resto de la historia de manera rápida y furiosa.
No se van a aburrir.

Mi mamá cambió de trabajo y fue feliz.
Mi papá también cambió de trabajo y también fue feliz.
Mi hermanito nació al año siguiente y aunque nació feliz, yo no fui tan feliz después.

Y esa es la historia resumida.
Así es bueno, rápido y furioso, como le dice mi papá a mi mamá.
El detalle de que mi hermano no es mi hermano no es importante, mejor dicho, no creo que les interese mucho. La vez pasada me volé dos pares y los aburrí con un cuento muy largo. He recibido muchas quejas, mi buzón va a reventar. Y si no consigo por los menos unos trescientos laiques en el feis me voy a sentir muy mal, sobre todo porque la estúpida de “no voy a escribir su nombre pero todos sabemos quién es” anda muy pendiente revisando mi actividad. ¿Les conté que ella también quiere llevar un blog como yo?

Corte de publicidad.

Mi hermano sí es mi hermano, de lo contrario no diría “mi” hermano.
Amo a mi hermano. Es un angelito caído del cielo, así me haga la vida un poco más difícil de lo que ya es. No voy a decir su nombre, no quiero que lo troleen en las redes, está muy pequeño para el matoneo. Ya le he creado una cuenta en Instagram para subir todas las fotos que le toma mi mamá con su teléfono, pero eso nadie lo sabe y no intenten buscar nada porque la cuenta es privada y sólo yo tengo acceso. Cuando mi hermano esté en edad de manejar sus propias redes sociales, a los seis o siete años, le daré la clave, pero faltan como cinco años.

Mi mamá se cansó de su trabajo bailando en El Beso Gourmet.
Un día llegó un rubio de ojos claros buscando la mamá de sus futuros hijos. Le pasó una tarjeta a mi mamá donde se leía que era diplomático de un frío país y le hizo la propuesta del millón. Así como lo leen, es de no creer. Mi mamá la rechazó, no iba a cambiar a su mariachi (mi papá) y a mí (su hija), por un bulto de billetes y buena vida. De todas las tarjetas y todos los teléfonos que le entregaron a mi mamá durante el tiempo que trabajó de bailarina, fue la única que conservó.

Mi papá también se cansó de su trabajo. Lo de cantar rancheras, tocar las maracas y hacer de chofer a una manada de barrigones con pistolas de plástico le supo a cacho al cabo de dos años. Se metió de diyei, un amigo le enseñó los primeros trucos y al poco tiempo terminó siendo el anfitrión de la discoteca transnacional más grande de Bogotá. Hizo un pequeño capital y se dedicó a la producción de músicos y artistas con la gente que conoció en esos ambientes para adultos. Ahora es feliz con su estudio de grabación y no tiene que trasnochar.

Pauta comercial. Pueden ir al baño o tomar un poco de agua.

Mi mamá se cansó de los piropos, de las insinuaciones y también de las trasnochadas. Después de mucho pensarlo, decidió dejar el trabajo en El Beso Gourmet. Consiguió un trabajo de cajera en un supermercado cerca de la casa y empezó a hacer una carrera universitaria nocturna, contabilidad, de seis a diez de la noche. Todo iba bien, hasta que la echaron del trabajo. Nunca supe la razón. Lo que sí recuerdo es que le tocó dejar de estudiar porque no podía cubrir todos los gastos y mi papá estaba empezando como diyei. Fue en esos días de desesperación radical que se acordó de la tarjeta y le escribió un email al rubio después de haber discutido y peleado por varias noches en un trío dinámico con mi papá y mi abuela. El tema era candela y la decisión importante.

Habían pasado algunos años pero el rubio mantuvo su propuesta inicial: cien mil euros por alquilar su vientre durante nueve meses. Nada de aquello, inseminación artificial y listo. Le pagó el pasaje a mi mamá y a mi papá, se fueron hasta el mismísimo Reikiavik, capital de Islandia, (recuerde que Google Maps lo lleva si no sabe dónde queda) y ahí hicieron la vuelta. La esposa del rubio no podía tener hijos por alguna extraña razón y había enviado a su marido por los siete mares en busca de un vientre alquilado.

Y de ahí salió mi hermano.
El acuerdo había sido que le entregaban al bebé cuando naciera, pero como crecieron mellizos en su vientre, decidieron quedarse con una muestra en la casa y no decirle a nadie.

Gracias por leer. Mi nombre es Clara y no olviden dar like aquí abajo.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario