miércoles, 13 de septiembre de 2017

Todólogo [40]


Antes quería ser como Messi, ahora quiero ser como Ronaldo.
El fútbol es mi vida, yo nací para ser futbolista profesional.
El problema es que también quiero ser youtuber y DJ, no sé si pueda hacer las tres.
Mi papá dice que sí, aunque me deja pensando, últimamente no le creo casi, me he dado cuenta que es muy exagerado.


Estoy averiguando una universidad donde pueda estudiar fútbol profesional, ojalá en España. Mi papá dice que todos los niños del mundo quiere ser como yo y jugar en el Real Madrid o en el FC Barcelona: No es verdad, los niños en India o en China no quieren ser futbolistas y no tienen ni siquiera para comprarse un balón. Además, allá juegan Criquet y Voleibol, no saben lo que es el fútbol.


Lo importante es que mi papá me apoya en lo que decida ser cuando sea grande. Me dice que puedo ser artista, cantante, baterista, escritor, fotógrafo, nadador, atleta, abogado, médico, ingeniero o filósofo o lo que yo quiera con tal de que me guste. Mi papá dice que a mi edad no tenía ni idea de lo que iba a ser en la vida adulta, pero yo sí sé, voy a ser como Ronaldo. Que no me preocupe, dice, que la vida da muchas vueltas y que uno a veces termina haciendo cosas que no quiere o que no debe.


Por ejemplo mi mamá. Ella fue hippie cuando tenía 18 años, fumaba marihuana y bebía alcohol, y así fue que conoció a mi papá. Empezó a estudiar agronomía en la universidad pero se retiró porque no le gustaba. Ahí fue que mis abuelos la echaron de la casa. Entonces se puso a estudiar odontología, que era lo que realmente le apasionaba, y terminó la carrera, se la pagó ella sola. Al cabo de unos años, luego de trabajar como dentista, se aburrió. De ahí en adelante se interesó por el Feng Shui y montó un almacén de muebles junto con una amiga decoradora. Al poco tiempo, cambió todo por la astrología, la acupuntura, la homeopatía y la sanación con las manos. Ahora es un ser místico, combina todas las disciplinas y las aplica a los pocos clientes que van a su consultorio, casi todas amigas íntimas.


Ahora mi papá. Hippie también, de pelo largo, barba larga y pelos en las axilas como mi mamá. Estudió zootecnia pero no le gustó andar de finca en finca inseminando vacas y lidiando con cerdos. Entonces estudió bellas artes, y se volvió hippie otra vez, aunque con un aire más gomelo. Como no pudo vivir de la venta de sus cuadros, montó una ferretería y le empezó a ir muy bien, el problema fue que se asoció con un amigo que resultó ser un estafador y lo dejó en la calle después de unos años. Así que se puso a escribir para un periódico y se volvió bloguero con el tiempo. Se la pasa escribiendo cuentos y los sábados por la tarde siempre juega ajedrez en el parque con los ancianos del barrio. Hace poco se compró una máquina radiónica y montó un consultorio junto con mi mamá. Los pacientes van a verlo y el aparato imprime unas recetas de gotas homeopáticas que curan todos los males.


Yo no quiero ser todólgo como mi papá, ni trabajólica como mi mamá.
Yo quiero ser futbolista, youtuber y DJ. Por la mañana entreno, por la tarde hago videos y por la noche toco música. De todas formas, si no funciona esta línea estratégica, ya tengo un plan B. Mi papá dice que llegar a ser futbolista profesional es difícil porque hay mucha competencia, pero insiste en que llegar a jugar en el Real o el Barça es aún más difícil, porque son los clubes más solicitados. Puede que tenga razón. En mi colegio muchos compañeros quieren ser como yo y Zidane solo puede escoger 11 titulares y 11 suplentes.


El plan B sería algo así: Webmaster, Robótica y Ciencias de la computación. Me encanta jugar con lo digital y surfear en internet. De hecho, cuando no estoy jugando futbol en la cancha, estoy en un jugando futbol en la tableta. Mi papá dice que lo peligroso del internet y las redes sociales son los retos como el de la Ballena Azul y el Hot Water Challenge. Pero yo le digo que esté tranquilo, que no soy tan tonto como para tatuarme una ballena en el brazo con un cuchillo o echarle a un amigo agua hirviendo en la cara. Mi mamá es mucho más radical, no me deja usar ni siquiera Whatsapp en su teléfono.


En vez de jugar en la tablet, mi papá siempre me compra balones, guayos, uniformes, canilleras, y me inscribe en actividades deportivas y escuelas de fútbol. No quiere que pare de hacer ejercicio, con tal de no estar frente a la televisión, a la computadora o a la tableta.


En vez de jugar en el celular, mi mamá siempre me compra un libro nuevo. Esta semana me trajo “El principito”. Ella dice que es una obra maestra, un clásico de la literatura de todos los tiempos.


Un supuesto piloto cae con su avión averiado en un desierto y no se mata. Así que se pone a reparar el avión con sus propias manos, pero como tiene mucho calor y poca agua, lo empiezan a invadir las alucinaciones. Y en eso lo visita un niño que viene de un planeta del tamaño de una casa, y le cuenta que se comunica con las flores y los animales, como si eso fueran grandes temas existenciales. Nunca he leído algo más estúpido.

domingo, 10 de septiembre de 2017

Gomelo [39]




Gomelo [39]


Tengo que escribir un texto de una página para la clase de español.
No se me ocurre nada especial. Todos los niños van a escribir sobre sus vacaciones, pero mi mamá me prohibió escribir sobre el tema porque siempre viajamos en nuestro jet privado y no quiere hacer sentir mal a nadie, empezando por la profesora.

Voy a escribir sobre mi hermano menor pero le voy a cambiar el nombre para proteger su identidad. Se llama Calvin, tiene 8 años y es completamente diferente a mí. Lo único que tenemos en común es el apellido y compartimos la misma mamá. No puedo decir que compartimos el mismo papá porque a él casi nunca lo vemos, trabaja mucho.

¿Ustedes saben la diferencia que hay entre un gomelo y un artista?
Se las voy a explicar, es exactamente lo que nos diferencia a mi hermano y a mí.
Pero puedo contarles primero lo que a ambos nos gusta: comer hamburguesa con papas fritas y malteada de fresa, a él le gusta la avena con leche y a mí me gusta agregarle chocolate en polvo, nos gustan las galletas que trae Paula cuando viene con mi tío a visitarnos y nos gusta ir a cine a ver películas en 3D.

Ahora lo que nos diferencia drásticamente. Él se la pasa solo, jugando solo, sumido en sus pensamientos, yo prefiero estar con mis amigos. A Calvin le gusta montar en bicicleta, yo prefiero pasear en la cuatrimoto. Él pasa largas horas en la casa del árbol, yo prefiero jugar con la Playstation. El se viste de cualquier manera, a mi me encanta ponerme ropa de marca. Cuando estamos jugando con la tablet, él prefiere ver videos sobre dibujo y yo prefiero ver videos de youtubers. El único videojuego que quizá compartimos es Minecraft, pero él se dedica a construir casas y yo me dedico a matar zombies. A él no le interesa la destrucción ni la guerra, le interesa construir castillos y recorrerlos por dentro.

Calvin quiere ser trapecista profesional, yo quiero ser gomelo profesional. En su cuarto, tiene una tela especial que mi mamá le colgó del techo y se la pasa haciendo piruetas y movimientos contorsionistas a dos metros por encima del piso. Una vez intenté pero me caí y me dolió la cadera más de una semana. El morado que me salió daba miedo, tenía como siete colores.

Fuera de piruetas incomprensibles en su tela majestuosa, mi hermano es gimnasta, tiene una flexibilidad y una agilidad envidiable. Hay que decir que se pasa el día entero haciendo “medialunas” y posturas sobre las manos. Hace poco mi papá lo llevó a un torneo entre colegios y ganó el primer puesto en las barras y en gimnasia. Ahora le dio por explorar el brinca-brinca y el salto. Cuando no está en eso, se pone a pintar. En la casa hay varios cuadros de él enmarcados. Pinta mejor que mi papá y mi abuelo, y eso que ambos son arquitectos.

Bueno, ya queda claro lo que es un artista nato. Ahora definamos la palabra “gomelo”, según un artículo que encontré durante la búsqueda de documentación para escribir esta tarea: “persona que en su vestuario, modales, lenguaje, etc., manifiesta afectadamente gustos propios de una clase adinerada” (Fernando Ávila, El Tiempo, 17 de noviembre de 2015).

Ser gomelo es un estilo de vida. Es ser intelectual, igual que un artista, pero bien vestido. Es trabajar para ganar mucho dinero y gastarlo sin contar. Es tomar whisky en el jacuzzi con amigos. Ser gomelo es ser exitoso, tener carros blindados, buena casa y buena finca, irse de vacaciones dos veces al año, tener un reloj automático en la muñeca, chofer, empleada del servicio y jardinero en cada casa.

Mi hermano está muy pequeño y todavía no ha entendido el sentido de la vida. He tratado muchas veces de explicarle algunas cosas y cada vez que le hablo parece que tuviera un fantasma en frente. Es como un holograma que me mira a los ojos pero uno sabe que está pensando en otra cosa, que está en otra dimensión. Él no busca el reconocimiento o seguidores en las redes sociales, tampoco le interesa el dinero, él simplemente quiere hacer cosas que lo hagan feliz, nada más.

sábado, 9 de septiembre de 2017

Irma [38]


Irma [38]

Soy la menor de seis hermanos.
Mi hermano mayor está en la cárcel, tiene 34 años, se llama Ronal Alexander.
El que le sigue, Jheison Fabián, trabaja de bultero en la plaza de mercado, tiene 31.
Luego viene mi hermana Sacha Estefany, de 29, la que tiene 4 hijos, porque mi hermana Crislady Tatiana sólo tiene 2 hijos pero está embarazada y tiene 27 años.

Mi hermanito pequeño, Jhon Esneider, tiene 25 y se va a casar con la novia que vive aquí con él desde hace tres años, tienen un bebé recién nacido y también está embarazada.
Mi nombre es Katia Yulixa, tengo 9 años y no estoy embarazada.
Mi mamá tiene un nombre normal, se llama Ángela.

Mi vecina dice que mi mamá nos tuvo a todos en cascada, uno detrás de otro, cada 2 años. También dice que soy un ángel caído del cielo porque nací el día del niño dios y porque mi mamá no estaba en edad de tener niños. Se llama Ofelia, es mi segunda mamá. Me ayudó a salir del vientre, metió las manos a penas vio asomar mi cabecita y me jaló con fuerza hacia afuera. Después de eso, mi mamá se puso muy mal, así que ella decidió cuidarme los primeros meses.

Como Ofelia sólo tuvo un hijo en su vida, Gustavo Adolfo, pudo dedicarse a mi crianza tiempo completo y así aliviar a mi mamá que siempre ha trabajado hasta tarde en casas de ricos. Cuando yo nací, Gustavo Adolfo ya tenía 21 años y trabajaba de mensajero en el banco. Supo perseverar, y a punta de buenos modales e inteligencia, ahora trabaja en las oficinas del banco. Está terminando de validar el bachillerato y quiere seguir una carrera universitaria, quiere ser gerente.

Ofelia pudo alimentar a Gustavo Adolfo con leche de verdad porque sus patrones la tenían de interna en la casa. En cambio mi mamá sólo pudo alimentar a mis hermanos con agua de arroz, no le alcanzaba el dinero para comprar leche. A mis hermanos les tocó muy duro, no por la leche sino por los maridos que tuvo mi madre. Cada uno es hijo de un marido diferente. Ofelia dice que mi mamá siempre fue muy culipronta.

Mi mamá adoptiva también me alimentó con leche de verdad, no permitió que mi mamá me diera agua de arroz o cualquier agua que no estuviera hervida para evitar enfermedades graves, como la que se llevó a mi hermano menor, que hoy tendría 23 años. Se hizo cargo de todos mis gastos, de toda mi comida, de lavar todos mis pañales, de mi ropa, de peinarme, cepillarme los dientes y el cabello, de bañarme y hasta de regañarme.

Cuando crecí un poco más, me enseñó a leer, a escribir y a dibujar, y luego me envió a la escuela, a la que me llevaba y traía caminando y conversando. Los domingos, mi mamá pasaba toda la tarde con nosotras en el patio de la casa, escuchando música y bailando y contando historias que dan risa.

En la casa somos diecinueve. En realidad somos diecisiete porque dos de ellos están ausentes. Ofelia y mi mamá preparan sancocho para ocasiones especiales y nos instalamos en el patio trasero, alrededor del fogón de leña, a menos que llueva porque el barrial es insoportable. Yo siempre cuento a Ofelia como parte de la familia. Los únicos ausentes son Ronald Alexander que está detenido y Winston Mauricio, el que les digo que murió muy pequeño a causa del agua contaminada. Mi mamá siempre pone la foto de cada uno en la mesa y les dedica sus plegarias antes de comer. Hagamos una lista para no perdernos.

Ronal Alexander (el que está en la cárcel).
Jheison Fabián (el que trabaja en el mercado y no tiene novia).
Sacha Estefany, sus cuatro hijos y su novio actual (hasta ahí van siete personas porque Ronal no cuenta).
Crislady Tatiana, sus dos hijos y su novio actual (van once y medio porque está pipona).

Los bebés en camino equivalen a media persona.

Jhon Esneider, su hijo y su amigovia, se van a casar porque está embarazada  (van catorce y con este medio completamos quince).
Katia Yulixa, es decir yo, y Ofelia mi segunda mamá (van diecisiete).
Mi mamá de sangre, Ángela, y mi hermano difunto, Winston Mauricio (van diecinueve).

Nota: Tranquilos que yo también me perdí haciendo la cuenta.

No quiero mencionar los nombres de mis sobrinos y sobrinas porque no viene al caso y nos enredamos más de lo que ya estamos. El patio de la casa es el hogar de los perros y las gallinas, y está comunicado con el patio de Ofelia por la parte de atrás porque el muro cayó después del terremoto del 82 (yo no había nacido) y nunca fue reconstruido. Así que los perros y las gallinas se pasean a sus anchas por ambas casas y ambos patios.

Al que mejor le va en la vida es a Jheison Fabián porque es el único que tiene un trabajo estable de todos mis hermanos. Se levanta a la una y media de la mañana y se va en bicicleta a la plaza de mercado para ayudar a descargar los camiones cargados de papa que vienen del campo. A veces le resultan jornales con los carniceros pero él dice que prefiere la papa porque huele mejor.

Jheison Fabián es buen hermano, me trae una empanada todos los días para que me tome la leche de por la noche. A las dos de la tarde ya está de regreso, esa es la ventaja de salir a trabajar temprano, aunque sus jornadas son muy duras porque los bultos de papa son muy pesados. Pero él no se queja, anda siempre con una sonrisa en la boca y después de la siesta se pone a escuchar la radio. Dice que está haciendo un curso a distancia, no sé de qué, pero es un curso muy serio.

Ofelia ya no trabaja, vive con el dinero que su hijo Gustavo Adolfo le trae cada quince días. Con eso compra su mercado y algunas de mis cosas. Mi mamá le ayuda con lo que puede y vive eternamente agradecida con ella porque nunca le pide nada. Es por eso que los domingos mi mamá hace el aseo completo de su casa, así puede ayudarla de algún modo.
Cuando Ofelia ya no pueda caminar (es un poco mayor que mi mamá pero ya cojea), mi mamá dejará su trabajo y cuidará de ella. Espero crecer rápido para ser grande cuando eso pase. Yo también quiero ayudarla, al fin y al cabo, sin ella, no estaría respirando. Por ahora todo parece indicar que yo soy la preferida de ambas, siempre las escucho haciendo planes para mí.

Mi mamá trabaja en la casa de una doctora muy reconocida en la capital, sale en la televisión y todo. Sale muy temprano para llegar a las siete de la mañana y termina su jornada después de las siete de la noche. Cuando llega a la casa de sus patrones hace el aseo general, lava los platos de la cena de la noche anterior, limpia los pisos, la caca del perro, mete la ropa en la lavadora, limpia los baños y se pone a hacer el almuerzo. Por la tarde, lava los platos del almuerzo, limpia los pisos y la caca del perro, vuelve a meter ropa en la lavadora y vuelve a limpiar los baños. Por suerte no tiene que hacer la cena, le tocaría quedarse a dormir. Todo esto, en medio de los niños pequeños de la doctora, que se ponen insoportables cuando llegan del colegio pidiendo jugos y entrando y saliendo a jugar.

Hoy es un día especial, mi mamá llegó a la casa a media tarde. Ante la sorpresa de Ofelia, le explicó que sus patrones le habían pedido que se fuera temprano a causa del huracán Irma. Parece que el transporte se pone bien pesado en vísperas de un huracán. Irma debe pasar a partir de las seis de la tarde, pero es mejor anticipar. Mañana es día festivo porque nadie en el barrio puede salir a trabajar, hay toque de queda. Eso significa que nadie puede salir de su casa, aunque nosotros sí podemos salir al patio porque desde la calle no se puede ver y la policía no nos puede molestar por ser desobedientes.

Mi mamá y Ofelia se pusieron a preparar el sancocho como de costumbre. Mientras iban pelando el plátano y las papas, las escuché hablando en secreto sobre mí. Creo que estaban planeando algo. Mi mamá le decía que, de todos sus hijos y nietos, era yo quien tenía más futuro, y con eso se refería a mis estudios y al trabajo. Me gustaría que fuera doctora, le decía mi mamá, como mi patrona, para que pueda ganar el dinero suficiente y pueda vivir en una casa de cemento, con pisos duros y techo resistente, capaz de soportar la fuerza de un huracán, y no sufrir porque todo va a quedar destruido o inundado.

Se me olvidaba contarles que Irma no pasó por el barrio, solo hubo una pequeña llovizna, gracias a dios.

jueves, 7 de septiembre de 2017

Árbol secreto [37]




Árbol secreto [36]

Mi hermana no ha entendido nada.
Es cuatro años mayor que yo pero parece más pequeña.
En realidad es mucho más alta que yo, pero flaca y tiene la voz muy aguda. Hay que ver cuando hace sus pataletas, espanta hasta los caracoles del jardín con sus chillidos.

Yo soy fuerte, robusto, pesado, y mucho más inteligente que ella. Los hermanos menores siempre somos más inteligentes, más arriesgados, más rebeldes, más de todo, tanto en lo bueno como en lo malo. No quiero ser como ella, mañosa, mentirosa, alegona, pero tampoco quiero que me saque ventaja en las pequeñas batallas de la casa. Los hermanos menores somos los preferidos de las mamás. Ahí está el poder.

Mi papá es un anciano de 54 años y es quien se ocupa del hogar.
Mi mamá es un poco menos anciana, tiene 47. Es política, trabaja mucho y es muy conocida, sale en la televisión y en los periódicos locales.
Va por todo el mundo dando charlas y haciendo reuniones, siempre anda sonriente. Se reúne con gente importante y es muy influyente. Ahí está el poder.

Mi papá nos despierta para ir al colegio. Lo primero que debemos hacer es lavarnos los dientes y la cara. No entiendo porqué si después vamos a desayunar y a bañarnos. Lo segundo que debemos hacer es limpiar lo que el perro ha dejado regado por toda la casa. Mi papá nos asignó  a mi hermana y a mí días pares e impares para equilibrar el asunto. Es muy desagradable limpiar la caca del perro, sobre todo cuando está un poco líquida. Pero el chandoso es su joya más preciada, quizá porque es el único que le obedece. Por mi fuera, lo meto en una bolsa de basura y dejo que el camión se lo lleve. Eso es poder.

Mi mamá no pasa mucho tiempo en la casa. Vive montada en un avión. Cuando está en la ciudad, nos lleva a cine y a comer pollo frito, y por las noches, vamos a algún restaurante elegante, de esos donde las servilletas son de tela blanca y el aire acondicionado te congela los pies. A mi me gusta ir a los restaurantes porque puedo jugar con la tablet, y como siempre se demoran en traer la comida, tengo tiempo de jugar un montón. Mi papá no le gusta que juegue tanto con la tablet, pero como mi mamá no me dice nada, yo aprovecho. Ella tiene el poder.

Mi hermana es una telaraña de emociones, expresiones, moños, jeans apretados, gafas oscuras, peinados, maquillajes, pulseras, novios, amigas, profesores, compañeras, telenovelas, celulares, llamadas telefónicas, salidas a bailar, terapias de sicólogo, lloradas eternas, siestas interminables, calzones, brasieres, cepillos, productos para la piel, sesiones en la peluquería, uñas y redes sociales. Mi mamá es igual, pero tiene más carteras y zapatos que mi hermana. ¿Quién entiende las mujeres? Siempre están enredándote para tener el poder sobre los hombres. Mi mamá lo tiene sobre mi papá, y mi hermana cree tenerlo sobre mí, pero no es así. Ella no ha entendido nada, yo tengo el poder.

Mis amigos dicen que mi familia es extraña porque mi mamá trabaja y mi papá se queda en la casa. En realidad, él trabaja desde la casa, conectado a su computadora, pero como mi mamá viaja tanto, él se encarga de casi todo. Tenemos una empleada del servicio desde hace muchos años, es como nuestra tía. Mi papá la adora, mi mamá no tanto. Viene de una familia indígena del sur del país. Mi mamá dice que la bajaron de la montaña a punta de reflejos con el espejo. No entiendo esa expresión.

Se llama Wayra, significa “viento”. Cuando esté un poco más grande, quiero ir con ella a su tierra natal y visitar su familia. Ella siempre me ha invitado pero mis papás no me dejan ir. Quiero ser grande para poder acompañarla. Cuando estaba pequeño, me contaba las mismas historias que su padre le contaba a los niños de la aldea. Tengo muchas ganas de conocer el árbol del secreto. Según Wayra, desde la parte alta del árbol puede verse la sierra y sus picos nevados, y si tenemos suerte, quizá podamos ver un Quetzal, el ave sagrada en peligro de extinción.

Mi mamá dice que me deja ir a la tierra de Wayra si mi hermana me acompaña. Wayra siempre se va dos semanas al final del año. Mi papá no pone problema, dice que me haría mucho bien algunos días sin la tablet. Algo en el fondo me dice que mi papá ya conoce el lugar. Pero frente a mi mamá no hay caso, ella es la que decide. Así que amenacé a mi hermana. Le dije que si no me acompañaba le diría a mi mamá tres cosas sobre lo que hace con su novio. Ahora me encuentro preparando la maleta, eso es poder.





Canchis-Canchis [36]




Mi mamá es modelo profesional.
Todos los días va al salón de belleza, sin excepción.
Su mejor amiga es la peluquera, su segunda mejor amiga es que le hace las uñas, su tercera mejor amiga es la que maquilla. La peluquería es un local compartido con una pastelería. Es muy conocida aquí en el barrio.

Mi mamá es modelo profesional porque ha salido en varias publicaciones importantes.
Cuando el supermercado envía los catálogos con los descuentos de navidad, mi mamá aparece en la sección de ropa interior. Tiene un cuerpazo, así no tenga la faja puesta.
Bueno, digamos que la faja se la pone para verse aún más bonita de lo que ya es.

Eso de las fotos para los catálogos es una vez al año, y mi mamá me dice que esa platica le sirve para cubrir la cena navideña y mis regalos. Aquí en el barrio no es Papá Noël sino el niño dios el que trae los regalos. La plata es para pagar el domicilio de los regalos porque el niño dios no tiene carroza con venados voladores, tiene un sistema de correo puerta a puerta. Eso me lo explicó mi abuela.

Mi abuela se encarga de mí y de la casa porque mi mamá siempre está trabajando. Entre semana tiene dos turnos, uno durante el día y uno durante la noche. Casi nunca viene a dormir a la casa, en todo caso, no más de dos veces. El domingo es super chévere porque viene a dormir aquí y nos arrunchamos. Sus colegas del trabajo la traen en camionetas grandes de vidrios oscuros, y la protegen mucho, siempre con guardaespaldas con cara de matones de televisión. Mi mamá es una mujer muy activa.

Hace poco, mi mamá fue al estadio a ver jugar al América. Es otro trabajo, porrista de los diablitos. Después del partido, se fue a una fuente de soda a celebrar con sus amigos del barrio y llamó a mi abuela para que no se preocupara. Esa noche tampoco fue a dormir a la casa, yo dormí en su cama, al lado de la mía. Prefiero la cama de mi mamá, es más grande y huele a ella. Me gusta el olor de los productos que se echa en el cabello.

Pasó la noche en la cárcel. Sus amigos se pasaron de tragos y acabaron todos en el cuartel de la policía por consumo de estupefacientes y en la vía pública y daños a terceros, todo esto prohibido por la ley de esta ciudad. Eso decía el artículo en el periódico. Lo que mi abuela me contó fue que terminaron en una pelea callejera y se los llevaron a mi mamá y sus amigos en la furgoneta.

En el cuartel, los policías la llevaron a otro cuarto, la desvistieron y la obligaron a bailar.
En el video de youtube se vé claramente que mi mamá estaba muy borracha y se reía mucho. Luego de casi perder el equilibrio, terminó por quitarse los pantis y los brasieres, y siguió bailando al compás de los aplausos de todos los hombres que había alrededor.

Al otro día, el video se hizo viral en las redes sociales, todo el mundo hablaba de mi mamá.
Se volvió muy famosa de un día para otro y la llevaron a Bogotá a entrevistarla en la televisión y en la radio. Frente a los micrófonos y las cámaras, mi mamá se veía muy bonita, parecía la porrista más linda vistiendo la camiseta de la Selección Colombia. Dijo que la noche del incidente, llevaba puestas unas sandalias canchis-canchis, y que por eso no había podido salir corriendo cuando llegó la policía.

Quién iba a imaginar que por unas sandalias canchis-canchis mi mamá se iba a volver tan famosa. La tienda de su amiga Miosotis, la que queda en la esquina junto al Palacio del chicharrón, se volvió muy famosa también. Todas las mujeres de Cali quisieron comprar las sandalias y volverse famosas.

A los pocos días, vino un señor muy elegante a la peluquería y le propuso a mi mamá trabajo de modelo en los Estados Unidos. Desde entonces, mi mamá me manda muchos regalos por correo y viene a verme cada seis meses. Sus videos se volvieron muy populares en internet, pero no los puedo ver porque son censurados.

Espero que mi mamá vuelva pronto a vivir aquí. Me dijo que iba a ahorrar lo suficiente para comprar una casa grande y poder pagarme la universidad por adelantado. Mi abuela y yo estamos muy contentas.

martes, 5 de septiembre de 2017

Pecadores [35]


Como bestias.
Nos comportamos como bestias, como cualquier animal.
Mejor aún, los animalitos se portan mejor que nosotros, por ejemplo, la vaca, cuando defeca, genera gas metano. Ella no lo sabe, pero ese gas puede ser utilizado para la estufa o la calefacción. Amo las vacas, pero vivas, porque soy vegetariana.

¿Quién es más pecador? ¿El que mata o el que consume la vaca?
¿Sabían que para producir un kilo de carne de res es necesario quince mil kilos de agua?
Eso representa quince toneladas, o quince metros cúbicos, ya que la densidad del agua es igual a uno. (lo aprendí esta semana en el colegio).

Por ejemplo, una familia regular, dos hijos y dos padres, cenan por la noche un pedazo de carne y cada uno engulle 250 gramos de carne importada de los EE.UU, es decir que todo suma un kilo de suculenta carne, jugosa, término azul para el padre, medio para la madre y tres cuartos para los hijos. Terminan de comer y pueden declarar que acaban de gastar el equivalente de tres meses del consumo de agua de cualquier habitante.

¿Quién se anima a declarar que el consumidor es más responsable que el ganadero en términos de ecología? El ganadero está desperdiciando el cereal para alimentar el ganado en vez de alimentar familias de extrema pobreza como las hay en África. El ganadero vive de eso y con el dinero obtenido alimenta su familia y envía sus hijos al colegio y se compra carros grandes.

El consumidor compra el kilo de carne, lo sirve en cuatro bistecs con unas papitas a la francesa y una bebida gaseosa. Cuando terminan de comer, tiran todo a la basura, la envoltura de polipropileno y plástico de la carne, la bolsa donde venía todo empacado, el aceite donde fritó las papas, a la cañería, y como si fuera poco, la tapa y el envase de la gaseosa, a la basura general. Sin contar la gasolina que consumió el vehículo para ir al supermercado a comprar todo ese desastre. Si ustedes no ven ningún pecado capital en alguna de estas acciones, les recomiendo dejar de ver tanta televisión y leer un poco más.

Todos somos pecadores.
No hablo de pecados contra la iglesia, eso está mandado a recoger, ya nadie cree en esa farsa. Hablo de pecados contra nuestro planeta, de atropellos contra nuestra madre tierra, nuestra pachamama. Todo lo que el hombre toca lo vuelve basura y destrucción. Nuestro ecosistema está viviendo a crédito, estamos consumiendo más de lo que podemos producir.

La gordita Beatriz, por ejemplo, anda en una super camioneta blindada, con chofer y guardaespaldas que la traen todos los días al colegio. Ese tipo de carro grande consume mucho combustible, no es ecológico, es un pecado.

Franco, el que se sienta en la última fila, escribe en su cuaderno cada tres líneas, por lo tanto, consume mucho más papel que todos lo demás, y deberá comprar más hojas y más cuadernos, generando una tala de árboles aún mayor, y más consumo de combustibles, es sinequanone, es un pecado.

Mi amiga Kathy, otro ejemplo, trae una lonchera repleta de productos comprados en el supermercado. Envases tetrabrik con leche achocolatada, ponqué empacado en bolsa plástica, ensalada de frutas empacada en cajita de plástico, botella de agua y cubiertos desechables, galletas envueltas en papel aluminio, y como si fuera poco, un Bombon Bum con su chicle. La sola botella de agua puede tardarse entre 100 y 1000 años en biodegradarse, un pecado.

Somos bestias.
Perdón, no insultemos nuestros animales, ellos son quizá más inteligentes que nosotros, viven en perfecta armonía.
Somos depredadores insaciables, somos inconscientes, somos malos con la naturaleza.
Somos todo pecadores.

domingo, 3 de septiembre de 2017

Rápido y furioso [34]


Hola.
Lo prometido es deuda y yo cumplo.
Voy a contarles el resto de la historia de manera rápida y furiosa.
No se van a aburrir.

Mi mamá cambió de trabajo y fue feliz.
Mi papá también cambió de trabajo y también fue feliz.
Mi hermanito nació al año siguiente y aunque nació feliz, yo no fui tan feliz después.

Y esa es la historia resumida.
Así es bueno, rápido y furioso, como le dice mi papá a mi mamá.
El detalle de que mi hermano no es mi hermano no es importante, mejor dicho, no creo que les interese mucho. La vez pasada me volé dos pares y los aburrí con un cuento muy largo. He recibido muchas quejas, mi buzón va a reventar. Y si no consigo por los menos unos trescientos laiques en el feis me voy a sentir muy mal, sobre todo porque la estúpida de “no voy a escribir su nombre pero todos sabemos quién es” anda muy pendiente revisando mi actividad. ¿Les conté que ella también quiere llevar un blog como yo?

Corte de publicidad.

Mi hermano sí es mi hermano, de lo contrario no diría “mi” hermano.
Amo a mi hermano. Es un angelito caído del cielo, así me haga la vida un poco más difícil de lo que ya es. No voy a decir su nombre, no quiero que lo troleen en las redes, está muy pequeño para el matoneo. Ya le he creado una cuenta en Instagram para subir todas las fotos que le toma mi mamá con su teléfono, pero eso nadie lo sabe y no intenten buscar nada porque la cuenta es privada y sólo yo tengo acceso. Cuando mi hermano esté en edad de manejar sus propias redes sociales, a los seis o siete años, le daré la clave, pero faltan como cinco años.

Mi mamá se cansó de su trabajo bailando en El Beso Gourmet.
Un día llegó un rubio de ojos claros buscando la mamá de sus futuros hijos. Le pasó una tarjeta a mi mamá donde se leía que era diplomático de un frío país y le hizo la propuesta del millón. Así como lo leen, es de no creer. Mi mamá la rechazó, no iba a cambiar a su mariachi (mi papá) y a mí (su hija), por un bulto de billetes y buena vida. De todas las tarjetas y todos los teléfonos que le entregaron a mi mamá durante el tiempo que trabajó de bailarina, fue la única que conservó.

Mi papá también se cansó de su trabajo. Lo de cantar rancheras, tocar las maracas y hacer de chofer a una manada de barrigones con pistolas de plástico le supo a cacho al cabo de dos años. Se metió de diyei, un amigo le enseñó los primeros trucos y al poco tiempo terminó siendo el anfitrión de la discoteca transnacional más grande de Bogotá. Hizo un pequeño capital y se dedicó a la producción de músicos y artistas con la gente que conoció en esos ambientes para adultos. Ahora es feliz con su estudio de grabación y no tiene que trasnochar.

Pauta comercial. Pueden ir al baño o tomar un poco de agua.

Mi mamá se cansó de los piropos, de las insinuaciones y también de las trasnochadas. Después de mucho pensarlo, decidió dejar el trabajo en El Beso Gourmet. Consiguió un trabajo de cajera en un supermercado cerca de la casa y empezó a hacer una carrera universitaria nocturna, contabilidad, de seis a diez de la noche. Todo iba bien, hasta que la echaron del trabajo. Nunca supe la razón. Lo que sí recuerdo es que le tocó dejar de estudiar porque no podía cubrir todos los gastos y mi papá estaba empezando como diyei. Fue en esos días de desesperación radical que se acordó de la tarjeta y le escribió un email al rubio después de haber discutido y peleado por varias noches en un trío dinámico con mi papá y mi abuela. El tema era candela y la decisión importante.

Habían pasado algunos años pero el rubio mantuvo su propuesta inicial: cien mil euros por alquilar su vientre durante nueve meses. Nada de aquello, inseminación artificial y listo. Le pagó el pasaje a mi mamá y a mi papá, se fueron hasta el mismísimo Reikiavik, capital de Islandia, (recuerde que Google Maps lo lleva si no sabe dónde queda) y ahí hicieron la vuelta. La esposa del rubio no podía tener hijos por alguna extraña razón y había enviado a su marido por los siete mares en busca de un vientre alquilado.

Y de ahí salió mi hermano.
El acuerdo había sido que le entregaban al bebé cuando naciera, pero como crecieron mellizos en su vientre, decidieron quedarse con una muestra en la casa y no decirle a nadie.

Gracias por leer. Mi nombre es Clara y no olviden dar like aquí abajo.

jueves, 17 de agosto de 2017

Rubia atómica [33]




Mi mamá es una rubia atómica. Les explico.
Su medidas son: 110-75-110. Como diría mi abuela: “voluptuosa y generosa”.
No entiendo muy bien lo de voluptuosa, pero da igual. Cuando mi mamá llega a la casa, mi hermano pequeño ya está despierto desde hace media hora. Estamos hablando de las 4:30 de la madrugada. No sé si se dice a.m. (antes de la mañana) o p.m. (pasada la mañana). Cuando mi mamá llega, con su fuerte olor a cigarrillo impregnado en la ropa y en el pelo, mi hermano ya está con los ojos abiertos, sosteniendo su biberón. Es increíble, no tiene siquiera un año de nacido y ya sostiene el tete con sus dos manitas. Pero lo que es más increíble, según dice mi tío Pablo, es que mi mamá pueda treparse a los tacones que usa para trabajar. He tratado de caminar con ellos y la verdad es que no entiendo cómo hace para caminar, ahora mucho menos para bailar.


Mi papá es músico. Les explico.
Sus medidas son: 120-170-90. Como diría mi abuela: “un gordito simpaticón”.
A las cinco de la tarde se va para la Avenida, entre calles 57 y 63, al local de Don Rigo, a esperar que resulte alguna serenata. Cuando una camioneta grande se detiene  y baja la ventana de vidrio oscuro, es buena señal, una tocata los espera. Después de una rápida negociación se suben todos a la van con sus sombreros mexicanos y sus pantalones ajustados. Se ven bastante ridículos con los pantalones apretados y la panza prominente en voladizo, pero esa es mi opinión y creo que a nadie le interesa en este momento. Como los sombreros son tan grandes, los tienen que dejar en la bodega de la camioneta. Las pistolas que cargan en su cinturón charro son de mentiras, me lo confesó mi papá, son imitaciones de plástico. En cambio los instrumentos son de verdad.


Mi papá toca las maracas y canta. Este es su trabajo, cantar rancheras y dar serenatas. Cuando terminan, la camioneta los vuelve a dejar en el local de Don Rigo y mi papá se va para el club caminando. El club  es una discoteca donde sólo van hombres, mi papá es el que pone la música. Los meseros andan casi desnudos y usan las mismas tangas que mi mamá, seguramente el calor es insoportable, pero a mi papá eso no le molesta. Quise decir que usan el mismo tipo de tangas, no “las” tangas de mi mamá.


Mi mamá y mi papá se conocieron en un bar, un año antes de yo nacer. Él estaba con sus amigotes y ella con sus amiguitas. Las mujeres siempre andamos bien acompañadas, en cambio los hombres siempre andan con sus amigotes y sus malas influencias, eso dice mi abuela. Mi mamá no quería salir esa noche pero las amiguitas la convencieron, y si no hubiera sido por eso, yo no estaría escribiendo esto. Mi mamá dice que se enamoró de mi papá porque fue el único hombre del grupo de los amigotes que nunca la miró con ganas ni  la invitó a bailar.


Se me olvidaba contarles que mi abuela, la mamá de mi mamá, vive con nosotros. Si no fuera por ella, mi hermano no hubiera podido nacer, pero eso se los cuento después. Volvamos a la noche aquella. La razón por la que mi mamá no quería salir esa vez era porque ella trabajaba, en aquellos tiempos remotos, de mesera en un lavadero de carros tipo americano. Les explico. Un lavadero de carros tipo americano es un lavadero espumoso, donde los carros son lavados por mujeres con poca ropa y pechos pronunciados. Lo de la espuma es por el jabón americano.


Mi mamá dice que mi papá no es un músico, y mi papá dice que mi mamá no es bailarina. Eso se dicen cuando pelean. Pero el amor que le tiene mi mamá a mi papá es alucinante y viceversa. Mi abuela dice que no entiende por qué, yo tampoco entiendo por qué ella dice eso. Mi mamá es una mujer trabajadora y mi papá es igual, eso es lo que exige la sociedad, y ambos son cariñosos conmigo y con mi hermanito. ¿Qué más se puede pedir? ¿Que se la lleven bien entre ellos? ¿Que sean una pareja ideal? Por cierto, mi nombre es Clara y tengo 9 años y un blog.


Esos son pensamientos típicos de mi tío Pablo, el hermano de mi papá, se me había olvidado contarles. Es mayor que él y también vive con nosotros, aunque se pasa el día entero en salas de cine y librerías. Mi mamá dice que es gay. A mi no me importa que sea generoso o tacaño como dicen ellas, y a eso se le suma mi abuela porque dicen que no colabora con los gastos de la casa. Mi tío Pablo tiene el pelo blanco pero no es viejo, es más joven que mi abuela pero tiene más canas. Es traductor, vivió en Holanda y en los “Estamos Unidos”, como diría mi papá para molestarlo, y vive de eso. Por las noches, se encierra en su habitación a traducir textos que recibe de no sé dónde y se los envía a no sé quién, en vez de dormir. Mi tío Pablo es sumamente amoroso conmigo y con mi hermano, aunque él no se da cuenta todavía. Cuando se va de viaje con su mejor amigo, siempre me envía una postal, y si acaso lo agarra diciembre por fuera de la ciudad, me envía una postal con un billete de regalo de navidad. Yo quiero mucho a mi tío Pablo, así mi mamá y mi abuela digan que no sirve para nada.


La famosa noche que mi mamá salió con sus amiguitas y mi papá con sus amigotes y se encontraron en la discoteca sucedieron muchos cosas buenas para ambos. A parte de que fue el día en que se conocieron, el rumbo de sus vidas iba a tomar otro camino, aunque ninguno de los dos supiera pocos minutos antes de cruzar la puerta de El Beso Gourmet, como se llamaba en esa época la discoteca. Les explico. Mi mamá era, como ya les conté, mesera en el salón VIP del lavadero de carros tipo americano. Hasta ahí vamos bien. No vivía muy contenta con ese trabajo pero se aferraba a él porque no lograba conseguir trabajo de bailarina, que era lo que realmente quería hacer, después les cuento ese pedacito.


Al lavadero de carros llegó un día un señor cualquiera, con una barrigota cualquiera,  lleno de cadenas de oro colgando de su cuello. Todo esto me lo contó mi abuela, no crean que soy vidente. El famoso señor barriga era nada más y nada menos que el famoso dueño de El Beso Gourmet, un sitio nocturno de dudosa reputación donde muchas cosas extrañas pasaban en su interior. El hecho es que el señor fue a lavar su carro un día, y como casi todos los clientes, entró al salón VIP a refrescarse con un trago bajo el aire acondicionado. ¿Adivinen quién le llevó la botella y el vaso? Muy bien, ¡así me gusta! ¡atentos a la historia! Mi mamá nunca hubiera podido acordarse del señor barriga, pero el señor sí, les voy a contar todo, no se impacienten.


Mi mamá es “tremendo mujerón” cuando sabe ponerse sus cositas apretadas y sus tacones de tres pisos, y es imposible que pase desapercibida si a eso le sumamos el destello de su cabello rubio natural. ¿Qué era lo que hacía que mi mamá fuera una mujer tan especial en aquel entonces? Su manera de ser. Era la única mujer que se hacía respetar en su trabajo ya que nunca se la veía sentada en la piernas de los clientes. Había forjado una reputación inquebrantable que las demás meseras envidiaban. El señor barriga, como muchos otros, intentó conquistar a mi mamá, quizá ofreciéndole un collar de oro o un viaje al exterior, pero ella nunca cedió, con ninguno. Es una mujer de principios.


El señor barriga, pasado algún tiempo, resultó ser el propietario del lugar donde mi mamá y sus amiguitas y mi papá y sus amigotes se habían dado cita para pasarla bueno. Cuando vio en la barra el grupo de mujeres, les envió una ronda de licor de bienvenida y pasados unos minutos, se le acercó a mi mamá y le habló al oído. No sé si esto es exageración de mi abuela, pero ella me contó que en las discotecas, si uno no se habla al oído, no es capaz de entender lo que dice la otra persona. El señor barriga le explicó que la había visto trabajando de mesera en el lavadero de carros y que le había llamado mucho la atención su forma de ser. Dicho esto, le propuso que trabajara de bailarina en su negocio. Mi mamá al principio lo tomó como una broma ya que el “Pole Dance” no era precisamente su especialidad.


Cuando mi papá entró a la discoteca con sus amigotes lo primero que vio fue un grupo de mujeres en la barra y una rubia atómica con un arco iris alrededor de su cuerpo opacando a las demás. Se atragantó con el chicle y tropezó con el último escalón de la entrada. Sintió un hormigueo en su cuero cabelludo, recordemos que en ese entonces tenía algo de pelo todavía, y rayos y centellas recorrieron su agraciado cuerpo de arriba abajo. La música dejó de sonar, las luces se apagaron y el local completo desapareció con todo y clientes. No había nadie más que mi mamá y mi papá cruzando sus miradas. Y hasta ahí llegó el entusiasmo, porque mi papá no fue capaz de hacer nada cuando vio que el gordinflón le habló al oído. Conocía bien al señor barriga, era muy amigo de su jefe de aquel entonces. Mi papá era vendedor de máquinas de coser alemanas y lo había visto varias veces en el almacén hablando de negocios.


Lo que mi papá no sabía, era que el señor barriga le iba a proponer trabajo también a él. Estaba empezando otro negocio y necesitaba gente para completar su equipo. Se trataba de una banda de mariachis para dar serenatas en “delivery”. Todo esto se los cuento porque he podido juntar pedazos de historia contados por mi abuela, mi mamá y mi papá por separado. Nota bene: los términos anteriormente citados son fiel copia del lenguaje que utilizaron ellos.


Se me olvidó contarles que Trumpito acaba hacer un anuncio apoyando las protestas de supremacía blanca del KKK, luego desarrollamos este capítulo. No viene mucho al tema pero es que me llegan notificaciones de las redes sociales y es casi imposible pasarlas por alto, sobre todo tratándose de temas tan importantes como globales. Voy a tener que escribir desconectada de internet para no desviarme.


Retomemos el hilo. Esa noche mi mamá y mi papá recibieron una propuesta de trabajo de la misma persona, pero para cosas diferentes. El señor barriga le propuso a mi papá que fuera el conductor de la van que transportaba a los mariachis, necesitaba un hombre de confianza y sobre todo responsable, capaz de conducir sobrio toda la noche y hacerse cargo del manejo de los pagos y las propinas. Y a mi mamá, le propuso que fuera bailarina, ahí mismo, donde estaba con sus amiguitas. Bueno, no ahí mismo esa misma noche, no podía dejarlas solas, pero un poco más adelante. Yo me entiendo.


En el preciso momento que el señor barriga le hablaba al oído, pensó que rechazaría la propuesta de bailar en la barra, por muy buen sueldo que fuera. Nunca imaginó que, tras la insistencia de sus amiguitas y los sabios consejos de la abuela, iba a cambiar de opinión más adelante, es decir, algunas semanas después. Mi papá, por el contrario, saltó sobre la oportunidad y dejó de ser un simple vendedor de máquinas de coser a ser el chofer de una banda de mariachis. Era aburrido ser vendedor puerta a puerta y las serenatas nocturnas podían traerle a su vida la dosis de aventura que su existencia solicitaba a gritos por aquellos días, me lo contó mi tío Pablo, con esas palabras. ¿Casi una poesía no?


Pero no nos desviemos tanto, lo importante aquí es que mis papás se conocieron esa noche. Desde que él la vió no existieron más sus amigotes, y desde que ella lo vió, no existieron más sus amiguitas. ¿Linda historia cierto? Pero la cosa no se acaba aquí, ni más faltaba. Los amigotes se cansaron de insistir y se fueron a la parte posterior de la discoteca, a hacer cosas de adultos, esta parte no me la quiso contar nadie, ni mi mamá, ni mi tío, ni mi abuela, así que no puedo contarles qué carajos se fueron a hacer por allá atrás. Lo que sí sé, es que mi papá se quedó solo en la mesa, cuidando la botella de licor que habían pedido y moviendo la mano al compás de la música sobre su rodilla.


Mi mamá, por su lado, se quedó sola, haciendo lo mismo. Sus amiguitas pasadas de licor se habían apoderado de la pista de baile y no tenían intenciones de sentarse. Mi papá no miraba a mi mamá, y eso, a ella, le parecía muy extraño. Mi papá dice que la timidez lo paralizó y mi mamá cuenta que eso la motivó a sentarse a su lado y romper el hielo con una conversación. ¿Por qué mi papá no se fue con sus amigotes para la parte de atrás? Por mi mamá. Desarrollemos este detalle.


Mi papá no quiso que mi mamá pensara que él era como todos los hombres, sedientos de esas cosas de adultos, y prefirió darle importancia a ella, mandarle un mensaje, algo así como, hey, no creas que soy como ellos, yo creo en el amor, yo soy diferente, soy romántico, aunque no parezca. Y mi mamá pensó, hey, este buenmozo no es capaz de mirarme a los ojos, por qué estará tan triste en esa mesa, ¿será que piensa que estoy acompañada? Y después de varias canciones, decidió dar el primer paso.

Bueno, no voy a aburrirlos más con esta historia de amor, ustedes no están atentos, ya me di cuenta. Además ya me cogió el sueño, me voy a acostar, chao.